Opinión


Marcela Tenorio

No me pida que apoye las terapias alternativas

Marcela Tenorio

4 Diciembre, 2015

Esta semana recibí una interconsulta en la que se me solicitó iniciar el proceso de enlace de nuestro Servicio de Evaluación Neuropsicológica y del equipo de Tecnologías de Apoyo a fin de colaborar en el proceso de recuperación de un niño de nueve años con síndrome de enclaustramiento. Ésta es una condición neurológica en la que el paciente mantiene su consciencia y cognición sin mayores alteraciones pero queda encerrado en su propio cuerpo, con ausencia casi total de movimiento (digo casi pues suelen quedar vestigios como movimiento ocular o de párpados).

Fue un niño típico, jugaba a la pelota, estudiaba, compartía con su madre y su hermana. En julio presentó dolores de cabeza, muy intensos, y su familia empezó un peregrinar confuso y sin sentido. Con mucho esfuerzo reunieron fondos para llevarlo a atención del “iriólogo”; pusieron la vida de su hijo en sus manos. Esta persona concluyó que el niño era “nervioso” y recomendó algún tratamiento. Los dolores de cabeza no cedieron. En octubre el sistema del niño no pudo más y colapsó: tenía un tumor cerebral.

Si este niño hubiera tenido un buen sistema de salud, si hubiera sido tratado por las personas correctas, no estaría en esta situación. No quiero decir que su situación no sería delicada, pero sí que hay muchas técnicas y harta evidencia de tratamiento de esta condición. La situación actual, sin duda, sería otra. La evidencia no viene de los métodos alternativos, de las flores de Bach, de la homeopatía, de la iriología, ni de la gemología. La medicina basada en la evidencia tiene una amplia historia, buenos resultados y, sobre todo, una ciencia que la desarrolla e impulsa.

No es la primera vez que veo historias con nombre propio y consecuencias graves por el uso de métodos alternativos, lo he visto a lo largo de toda mi carrera. Lo he visto en niños que contraen graves enfermedades con complicadas secuelas porque no fueron vacunados a tiempo, pues algunos padres aún creen que “las vacunas dan autismo”. Lo he visto en niños que caen en estatus epiléptico porque en lugar de un tratamiento interdisciplinario de calidad recibieron una dieta libre de gluten, y, lamentablemente, lo he tenido que ver también en niños y adultos que convivieron con tumores cerebrales no identificados. ¿Quiere creer en las terapias alternativas? Muy bien, entonces que sean un complemento y jamás un reemplazo.

Esta columna es sólo un llamado esperanzado, para que la sociedad sea consciente de la extrema importancia de buscar ayuda a tiempo. Es también un llamado a confiar en los equipos médicos y clínicos tratantes y a no renunciar a todo aquello que tiene evidencia por un puñado de historias que no tienen soporte. Es también un llamado a la autoridad porque ofrecer tratamientos de calidad no eso solo cuestión de derecho, sino que es el primer espacio para luchar por la vida.

Sobre el autor

Creemos que las fronteras nos encierran, pero solo están ahí para invitarnos a explorar