Opinión

Todos los días mi rutina empieza de la misma manera; con los ojos medio cerrados reviso Twitter, hago lo propio con Facebook, ojeo los diarios del país y atiendo mi correo…. La rutina siempre termina igual, con los ojos abiertos como un par de tortas, impresionada por la cantidad de historias que llegan de todos los medios.

Maestros, padres, hermanos y pacientes que me cuentan sus preocupaciones, las consecuencias de la falta de regulaciones nacionales y las numerosos errores y vacíos legales, así como los temores por el presente y el futuro. En mi oficina, situada en CEDETi UC, todos los días escuchamos historias; por fortuna algunas son exitosas y nos invitan a seguir creyendo.

Por desgracia, muchas son las relacionadas con niños que han pasado por tres o cinco profesionales y llegan a nosotros “porque si ustedes no hacen algo, ya no sabemos quién”. Niños de 10 o 12 años que tienen serias dificultades en su desarrollo y que jamás han recibido una atención profesional de calidad. A veces, llegan adolescentes que no saben leer ni escribir pero están en 8vo básico o 4to medio… ¡¿Cómo pueden pasar estas cosas?!

He concluido que pasan porque tenemos un extenso camino que necesitamos recorrer. Y necesitamos recorrerlo juntos. No basta con las quejas y alegatos, no basta con salir a marchar (aunque claro que sirve), no es suficiente con reconocer y diagnosticar los baches del sistema. Tenemos una enorme cantidad de niños, jóvenes y adultos en situación de discapacidad que se mueven silenciados por un sistema que carece de coordinación intersectorial, que no logra armar su maquinaria para que empujemos, todos juntos y con todas nuestras fuerzas, para salir adelante.

Soy colombiana pero vivo en Chile desde hace 9 años. Tengo un hijo chileno así que he terminado por sentir los problemas del país como propios. He trabajado en política pública, he influido en espacios como el Decreto 170 y recientemente levantamos la voz junto a mi maestro Ricardo Rosas para decirle al país que cada año se invierten más de 28 mil millones de pesos en niños diagnosticados con discapacidad intelectual sin tenerla. Estoy dispuesta a seguir levantando la voz todas las veces que sea necesario.

Soy psicóloga de profesión, egresé de la Universidad de los Andes (Bogotá) hace ya varios años y en el camino casi he olvidado la Psicología porque tengo mi espacio ocupado en la neuropsicología. Mi área de especialidad, mi pasión. Tengo un doctorado en psicología, un recién terminado postdoctorado y la enorme responsabilidad de conducir el Servicio de Neuropsicología del Centro de Desarrollo de Tecnologías de Inclusión de la Pontificia Universidad Católica de Chile (CEDETi UC).

Acompáñenme en esta escritura periódica, los invito a sorprenderse conmigo porque juntos vamos a mover mejor esta locomotora.