Opinión


Carmen Solares

De rechazada a favorita del baile. La neuropsicología

Carmen Solares

13 Octubre, 2015

Soy psicóloga, al menos en otro lugar del mundo lo soy. Aquí en Chile estoy metida en un proceso absurdo y costoso llamado revalidación, pero no importa yo me sé psicóloga. Lo soy, creo que no por vocación sino por ese rasgo de personalidad que comparto con aquellos que sufren Trastorno Oposicionista Desafiante, gracias al cual me opuse rotundamente a esa corriente familiar que me empujaba hacia la ingeniería. Y he de reconocer, ahora que vivo a más de 10.000 kilómetros de distancia de mis padres, que el primer año de carrera me arrepentí un poco de mi cabezonería. Me pasaba, como a muchos universitarios de primer año, que todo lo que me contaban me sonaba a cuento chino. Me hablaban de reformulaciones de teorías que se habían desarrollado hacía siglos o de científicos que asustaban al pequeño Albert. No podía evitar tener la sensación de que siguiese la postulación teórica que siguiese, los psicólogos de antes tenían una bizarra forma de relacionar todo con la erótica y la anormalidad. No me juzguéis y seguid leyendo, sólo expreso lo que fue una primera impresión post adolescencia.

El segundo año de carrera, me topé con la neurociencia y la neuropsicología y fue como ver la luz al final del túnel. De repente, todo comenzó a tener sentido, había algo tangible que se relacionaba bidireccionalmente con el comportamiento humano. El órgano del pensamiento. Mi querido sistema nervioso central. Mi adorado cerebro. Recuerdo haber devorado “El error de Descartes”, que fue de las primeras lecturas del curso de Neuropsicología. También llorar, no sé si de risa o de pena, con los pacientes de Oliver Sacks. Los manuales describían las alteraciones cognitivas, emocionales y conductuales que acontecen a una lesión cerebral, a un desarrollo atípico o a un proceso neurodegenerativo, como el foco de estudio de estas disciplinas.

Pero nuestros profesores siempre nos decían que la aproximación al estudio de las alteraciones cognitivas siempre tiene en cuenta el contexto del individuo, su educación y su ambiente. ¡Qué maravilloso fue ese encuentro estudiantil! Recordaré siempre a aquel profesor italiano alto, de pelo chascón y cano, que decía que la neuropsicología supone un esfuerzo adicional, que nos obliga a ser flexibles en nuestras postulaciones y que deja muy poco espacio para la afirmación rotunda e irrefutable.

Pensé que ese era el futuro de la psicología. Coherente con la evolución de una disciplina que había nacido de la observación clínica y la postulación teórica para convertirse en una ciencia basada en la evidencia, que seguía el método científico y cuyos profesionales estuviesen dispuestos a vivir con el desafío constante de la duda. Pero me equivoqué, al menos en parte. Todavía hoy puedes encontrarte con ese huesudo y largo dedo inquisidor con el que señalan aquellos que desde el más profundo desconocimiento nos llaman reduccionistas.

Sin embargo, no me sorprende su oposición rotunda. Desde una perspectiva histórica, la neuropsicología fue durante mucho tiempo la amiga fea que casi nadie quería sacar a bailar. Una amiga fea pero simpática, que terminaba por convencer a neurólogos, psicólogos y psiquiatras. Tras unas décadas en un limbo interdisciplinario se estableció como una rama fuerte de la psicología fundamentalmente, pero en constante contacto con la medicina y otras ciencias que podríamos agrupar en eso que llamamos neurociencias cognitivas.

No es una disciplina estrictamente nueva, pero en los últimos veinticinco años ha crecido exponencialmente. Las especializaciones académicas en el área, el método clínico, el enfoque científico o la neuroimagen han contribuido a su rigurosidad. A su credibilidad. Vamos por el camino correcto, pero todavía queda mucho por andar. Y ese camino empieza por la educación de las nuevas generaciones de psicólogos, por el fortalecimiento de la neurociencia cognitiva y la neuropsicología en la malla curricular, para que ellos se encanten, como lo hizo mi yo de segundo de carrera, de esta rama de la psicología que tiene ese don de la ciencia que te promete siempre un cuestionamiento más. Para que les atrape ese morbo típico de las cosas que aún tenemos por descubrir.

Sobre el autor

¡Hola, soy Carmen! Psicóloga, asturiana y muchas otras cosas más. Vivo en Chile desde hace un año y medio, y trabajo en CEDETi UC donde me desarrollo dentro en el ámbito de las tecnologías de apoyo y la neuropsicología

La neuropsicología tiene ese don de las ciencias que prometen que siempre habrá un cuestionamiento más